Mauricio Guillén: El Caballero Del Jardín Central Que Dejó Huella En Los Rojos De Jiménez

En el béisbol de Jiménez, hay nombres que trascienden más allá de las estadísticas. Uno de ellos es el de Mauricio Guillén Díaz, un pelotero que supo ganarse el respeto dentro y fuera del terreno de juego. Conocido cariñosamente como “El Seminarista de los Ojos Negros”, su historia es un testimonio de disciplina, talento y fidelidad a los colores de la VIII Zona.

Originario del tradicional barrio de La Rana en Ciudad Jiménez, Mauricio se formó en las ligas infantiles bajo la tutela de su padre, el señor Mauricio Guillén Polanco, quien fue su primer entrenador y guía en el béisbol interbarrios y municipal. Desde sus inicios mostró cualidades que más tarde lo convertirían en un jugador clave: velocidad en las bases, instinto fildeador y un brazo certero.

Su carrera regional fue sólida durante casi una década, destacando como jardinero central y jardinero derecho, posición en la que brilló especialmente durante el Estatal de 2003, cuando los Rojos enfrentaron en una reñida serie a los Mineros de Parral. Sus atrapadas espectaculares en el jardín derecho durante ese playoff todavía son recordadas por los aficionados más veteranos.

Debutó en los años 90 con Rojos de Jiménez, siendo recibido por Ángel “Bucky” Pérez, quien lo alineó por primera vez en una serie ante Parral, uno de los duelos más emblemáticos del campeonato estatal. En el terreno, Guillén era sinónimo de seguridad; fuera de él, su personalidad serena y amable lo distinguía del resto. De hecho, durante su etapa universitaria en el Tecnológico de Jiménez, sus compañeros lo apodaron “El Seminarista” por su seriedad, cortesía y temple. Ese apodo trascendió las aulas y se convirtió en un alias respetado en toda la Octava Zona.

Hoy, Mauricio Guillén es contador público, un ejemplo de que el béisbol forma, más allá de forjar jugadores. En la actualidad continúa activo como jugador representativo de la Presidencia Municipal en el Regional 2025, demostrando que la pasión por este deporte no se extingue con los años, sino que se transforma en legado.

Honor a quien honor merece. Mauricio Guillén no fue solo un pelotero más; fue, y sigue siendo, un símbolo de entrega, elegancia y amor por la camiseta roja.

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