La pregunta puede parecer simple, pero es más profunda de lo que parece. ¿De qué vive un equipo como los Rojos de Jiménez? ¿De los resultados? ¿Del amor a la camiseta? ¿Del entusiasmo de la afición? Tal vez de todo eso un poco, pero el corazón que mantiene latiendo al equipo sigue siendo el dinero, aunque no nos guste hablar de eso.
Un equipo en números
Desde hace semanas, la presidenta del club ha sido clara: los ingresos por taquilla ya no alcanzan para sostener al equipo. Se han intentado promociones, como boletos a 80 pesos para juegos selectos, pero ni así se llegó al 30% de ocupación del estadio. Con entradas de apenas 300 a 600 personas en casa, los ingresos no alcanzan ni para pagar a la liga, mucho menos para cubrir sueldos, viáticos, casetas o hospedajes en gira.
Para que quede claro: un solo fin de semana fuera implica pagar dos noches de hotel, al menos nueve comidas por jugador y cuerpo técnico, gasolina y transportes. Es decir, miles de pesos por cada jornada. Y con la asistencia actual, ese dinero no se recupera. Se pierde. Una y otra vez.
La fantasía de la taquilla
Algunos comparan con lo que hacen clubes de LMB, como Sultanes de Monterrey, que vendió todas las localidades a 50 pesos para un juego contra Diablos. Sí, el estadio no se llenó, pero atrajo más de 10 mil personas, lo cual genera un colchón financiero suficiente para recuperar la promoción con la venta de cervezas, alimentos y mercancía. En proporciones más pequeñas, la lógica aplicaría en Jiménez: menos boletos caros, más gente en tribuna, más consumo dentro del estadio.
Pero hay un riesgo: hacer esa apuesta y no recibir respuesta. Ya ocurrió. Y la directiva ha dejado claro que no se puede seguir perdiendo dinero indefinidamente. No por capricho, sino por simple supervivencia.
Lo que sostiene al equipo
Lo dijo con todas sus letras: “Quien termina de hacer la labor para que Rojos de Jiménez continúe… es la afición.” El apoyo empresarial existe, pero es limitado. Y los gastos, crecientes. Si no hay respuesta en las gradas, la viabilidad del proyecto entra en duda. No es una amenaza, es una advertencia implícita que viene sonando cada vez más fuerte.
Los Rojos no viven de likes, ni de quejas en Facebook. Viven del boleto comprado, del esquite vendido, de la cerveza consumida, de la camiseta adquirida en la tienda. Esa es la diferencia entre un equipo competitivo… y un equipo desmantelado a mitad del torneo.

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