En el béisbol, no todo se mide en estadísticas. Hay momentos en los que el ánimo colectivo, el murmullo de las gradas y los rostros en la tribuna dicen más que una pizarra. Y ese fue el caso en el Estadio 21 de Marzo durante la Jornada 4, cuando Rojos de Jiménez venció a Faraones de Nuevo Casas Grandes y a Indios de Juárez con autoridad. La afición, por fin, volvió a creer.
Después de un arranque titubeante, en el que las dudas superaban a las certezas, el equipo comenzó a mostrar una cara distinta: ordenado desde el montículo, efectivo a la ofensiva y, sobre todo, con actitud. Pero más allá del resultado deportivo, lo que verdaderamente cambió fue la energía en las gradas.
Una comunión necesaria
“Salieron contentos”, comentó el cronista Doc Silva durante su análisis en “Deporte a la Carta”, y no se equivoca. Durante años, la gente en Jiménez ha seguido al equipo en las buenas y en las malas, pero pocas veces como ahora se percibía ese entusiasmo genuino, esa sensación de que no sólo se ganó un juego, se recuperó la identidad.
Los aficionados no sólo aplaudieron las carreras, también celebraron los relevos sólidos, las atrapadas clave, los toques de sacrificio bien ejecutados. Hubo orgullo, ese que nace cuando se nota que los peloteros defienden la franela como si llevaran años en la plaza. La victoria ya no fue lo único importante. Lo fue también la forma de conseguirla.
El ambiente que empuja
En la serie ante Faraones e Indios, se vivió un ambiente distinto: las porras salieron naturales, los niños corrieron por los pasillos del estadio y los veteranos de siempre volvieron a discutir jugadas con pasión. La comunidad de Jiménez pareció reencontrarse con su equipo, y viceversa.
En un circuito tan demandante como el Estatal, donde los equipos cambian semana a semana de rival, plaza y presión, el respaldo local puede marcar la diferencia. No es lo mismo lanzar sabiendo que detrás de ti hay un estadio encendido que hacerlo en medio del silencio o la indiferencia.
Más que un juego, una señal
Quizás no todo está resuelto. El equipo aún pelea por meterse a la parte alta de la tabla, y el picheo —aunque mejorado— sigue en construcción. Pero lo que se vivió en la Jornada 4 fue más que una victoria doble: fue una declaración emocional. De los jugadores, pero también de la tribuna.
Jiménez vuelve a creer en sus Rojos. Y ese puede ser el impulso más poderoso en la segunda mitad del torneo.

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